Ayer se cumplieron ocho años del debut de este gran deportista. Hace ocho temporadas, el Saladeño Luís Escobar hacía su debut como piloto en el TC 4000 de A.P.A.C., a bordo del Chevrolet preparado por José Pedro Ramírez en la “tierra de héroes”.
En aquel nostálgico año 2002, un domingo 3 de noviembre y en la séptima fecha del certamen de la Asociación Propietarios de Autos de Competición (A.P.A.C.), se producía el debut de Luis Escobar -acaso nuestro máximo representativo vigente en la materia de automovilismo- en una competencia oficial a bordo de un Chevrolet “chevy”, que fue construido integralmente durante largos tres años en la localidad de Saladas, por José Pedro Ramírez.
Cabe recordar que Escobar, tenía como referencia unas cuatro carreras a bordo de la “chevy” de Rodolfo Jaime, con quien ofició de acompañante en la temporada 2000 en la misma categoría. Y que el armado del auto en el taller de Ramírez fue tan acelerado, que el primer contacto de Escobar con la unidad se dio en la siesta del 1 de noviembre de 2002 (desde el “triangulo” hasta la “T” en varias ocasiones), es decir unas 24 horas previas a la competencia. Es más, el primer infortunio del fin de semana se dio al final de esta prueba improvisada, cuando la junta de tapa de cilindros dijo basta. Automáticamente, el entonces novel piloto tuvo que realizar un viaje relámpago a Resistencia en búsqueda del elemento de competición. El motor volvió a sonar en las primeras horas del sábado 2 de noviembre y los ánimos estaban intactos.
Luego de “descansar” algunas horas, el equipo de competición se trasladó íntegramente hacía el autódromo Santiago “Yaco” Guarnieri de Resistencia. Tras ser verificado técnicamente, solamente quedaba esperar la “prueba de fuego”…Con el número 84 en los laterales, la inscripción: “Saladas” en la trompa del auto, con Luis y Daniel Escobar a bordo, y el reloj marcando las 14:30, el tercer auto de competición saladeño pisaba por primera vez el abrasivo asfalto de la catedral de nuestro automovilismo regional, el mismo que alguna vez pisó el mismo Jorge “Conejo” Romero.
Lógicamente, con más dudas que certezas, tras cumplir el primer circuito y en su paso por la recta principal, el auto acusaba una falla. Escobar ingresa al box y allí se detectó que la bomba de combustible estaba dañada. Luego de cambiar el elemento, Escobar pudo girar con total normalidad durante toda la jornada de entrenamientos, en las cuales solo realizó unos tres trompos, situación que ya era pasible de un balance más que positivo. Hasta que en el epílogo de la última tanda, nuevamente en el transito por la recta principal, el auto despedía una bocanada de humo celeste, lo que hacía presumir que era el impulsor que se había dañado. Pero no, al llegar al box se notó que se había dañado un rodamiento de la rueda delantera, que fue cambiado en cuestión de minutos.
Entonces llega el domingo 3 de noviembre, el día de la verdadera “prueba de fuego”. La actividad en pista se inició con las pruebas de tanques llenos, y al término de la misma, la lluvia adquirió mayor protagonismo. El team saladeño rápidamente reconfiguró el auto en los boxes y Escobar clasificó “bajo agua” para largar desde la 14º colocación en la primera final, en la cual supo mantenerse firme con un auto que no iba fuerte pero que era constante, batallando con apellidos ilustres de la categoría. El 12º puesto y el debut fueron de la mejor manera.
Debido al sistema de penalizaciones, la segunda final significaba una mezcla de sensaciones, ya que se invertía la grilla de acuerdo al orden de llegada de la primera manga. Es decir que los primeros en llegar en la primer carrera, largaban la segunda desde el fondo, a su vez los de mitad de pelotón hacia atrás se encolumnaban en los primeros cajones de partida en la segunda. Entonces, el 12º lugar de Escobar en la primera carrera le significó que partiera la segunda final desde el 4º puesto, claro, siempre con el piso húmedo.
Ya un poco más afianzado en su manejo, el saladeño pudo entrar en el “Top Ten”, logrando una excelente colocación teniendo en cuenta la jerarquía de los competidores con los que se evaluó y también el nivel de los autos con los que tuvo que batallar. Ya que estos estaban mucho más adelantados tanto en materia de desarrollo como de insumos de competición.
Los aplausos y la euforia de los muchachos del equipo de Saladas, que se montaron sobre el muro de boxes para agasajar a Luis y a Daniel en su paso por la recta principal, parecían como si se hubiese logrado campeonar, y claro, no podía ser de otra manera.
Germán Miguel – Prensa Equipo Petrobras Saladas
Cabe recordar que Escobar, tenía como referencia unas cuatro carreras a bordo de la “chevy” de Rodolfo Jaime, con quien ofició de acompañante en la temporada 2000 en la misma categoría. Y que el armado del auto en el taller de Ramírez fue tan acelerado, que el primer contacto de Escobar con la unidad se dio en la siesta del 1 de noviembre de 2002 (desde el “triangulo” hasta la “T” en varias ocasiones), es decir unas 24 horas previas a la competencia. Es más, el primer infortunio del fin de semana se dio al final de esta prueba improvisada, cuando la junta de tapa de cilindros dijo basta. Automáticamente, el entonces novel piloto tuvo que realizar un viaje relámpago a Resistencia en búsqueda del elemento de competición. El motor volvió a sonar en las primeras horas del sábado 2 de noviembre y los ánimos estaban intactos.
Luego de “descansar” algunas horas, el equipo de competición se trasladó íntegramente hacía el autódromo Santiago “Yaco” Guarnieri de Resistencia. Tras ser verificado técnicamente, solamente quedaba esperar la “prueba de fuego”…Con el número 84 en los laterales, la inscripción: “Saladas” en la trompa del auto, con Luis y Daniel Escobar a bordo, y el reloj marcando las 14:30, el tercer auto de competición saladeño pisaba por primera vez el abrasivo asfalto de la catedral de nuestro automovilismo regional, el mismo que alguna vez pisó el mismo Jorge “Conejo” Romero.
Lógicamente, con más dudas que certezas, tras cumplir el primer circuito y en su paso por la recta principal, el auto acusaba una falla. Escobar ingresa al box y allí se detectó que la bomba de combustible estaba dañada. Luego de cambiar el elemento, Escobar pudo girar con total normalidad durante toda la jornada de entrenamientos, en las cuales solo realizó unos tres trompos, situación que ya era pasible de un balance más que positivo. Hasta que en el epílogo de la última tanda, nuevamente en el transito por la recta principal, el auto despedía una bocanada de humo celeste, lo que hacía presumir que era el impulsor que se había dañado. Pero no, al llegar al box se notó que se había dañado un rodamiento de la rueda delantera, que fue cambiado en cuestión de minutos.
Entonces llega el domingo 3 de noviembre, el día de la verdadera “prueba de fuego”. La actividad en pista se inició con las pruebas de tanques llenos, y al término de la misma, la lluvia adquirió mayor protagonismo. El team saladeño rápidamente reconfiguró el auto en los boxes y Escobar clasificó “bajo agua” para largar desde la 14º colocación en la primera final, en la cual supo mantenerse firme con un auto que no iba fuerte pero que era constante, batallando con apellidos ilustres de la categoría. El 12º puesto y el debut fueron de la mejor manera.
Debido al sistema de penalizaciones, la segunda final significaba una mezcla de sensaciones, ya que se invertía la grilla de acuerdo al orden de llegada de la primera manga. Es decir que los primeros en llegar en la primer carrera, largaban la segunda desde el fondo, a su vez los de mitad de pelotón hacia atrás se encolumnaban en los primeros cajones de partida en la segunda. Entonces, el 12º lugar de Escobar en la primera carrera le significó que partiera la segunda final desde el 4º puesto, claro, siempre con el piso húmedo.
Ya un poco más afianzado en su manejo, el saladeño pudo entrar en el “Top Ten”, logrando una excelente colocación teniendo en cuenta la jerarquía de los competidores con los que se evaluó y también el nivel de los autos con los que tuvo que batallar. Ya que estos estaban mucho más adelantados tanto en materia de desarrollo como de insumos de competición.
Los aplausos y la euforia de los muchachos del equipo de Saladas, que se montaron sobre el muro de boxes para agasajar a Luis y a Daniel en su paso por la recta principal, parecían como si se hubiese logrado campeonar, y claro, no podía ser de otra manera.
Germán Miguel – Prensa Equipo Petrobras Saladas