Alfonsín nació el 12 de marzo de 1927. Su vida política comenzó cuando tenía 27 años y fue elegido concejal de Chascomús. También fue diputado provincial y nacional y ocupó distintos cargos en la UCR. Finalmente, en 1983 llegó a la Presidencia de una Argentina que dejaba atrás el período más oscuro de su historia.
Si algo caracterizó a Raúl Alfonsín a lo largo de toda su vida política fue la firme convicción de que el radicalismo, al que ingresó a los 20 años cuando estudiaba abogacía, debía apostar siempre al poder más allá de los conflictos internos partidarios y las discusiones de comité.
De hecho, esta visión de que la UCR era un elemento esencial para el sostenimiento de la democracia, lo llevó a exclamar en diciembre de 2001, en plena debacle del gobierno de la Alianza, "que no se rompa el partido", según relatan dirigentes radicales.
Con esta premisa, ocupó su primer cargo público a los 27 años, al ser elegido concejal en su pueblo natal, Chascomús.
Fue diputado provincial y diputado nacional, ocupó distintos cargos de la dirigencia partidaria y llegó a la Presidencia de la Nación de la mano de la recuperación democrática, en 1983.
Previamente, había sido parte activa de la Multipartidaria que luchó por el fin de la sangrienta última dictadura, tras largos años de ejercicio del terrorismo de Estado.
A la presidencia de la Nación llegó luego de una dura interna que le ganó al delarruismo en 1982 apoyándose en la línea radical "Renovación y Cambio" que se opuso frontalmente al balbinismo.
Alfonsín ya se había enfrentado a Ricardo Balbín en 1972 en una interna que perdió.
La campaña electoral que finalmente le dio el triunfo derrotando al justicialista Italo Luder, la basó en tres puntales que en ese momento consideraba estratégicos: la denuncia de un presunto pacto "militar-sindical"; la mención al Preámbulo de la Constitución Nacional que recitaba al finalizar cada discurso de campaña y el ya legendario "con la democracia se come, se educa y se cura".
Alfonsín le ganó a Luder con el 51,75 por ciento de los votos contra el 40,16.
Sin duda, el juicio a la Junta de Comandantes, que recibieron cadena perpetua, marcó su compromiso con la defensa de los derechos humanos que ya había demostrado al convertirse en uno de los fundadores de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos y ya como presidente el impulso que le dio a la creación de la Conadep.
El juicio comenzó en abril de 1985 y finalizó en diciembre de ese año, cuando antes del veredicto el fiscal Julio Strassera pronunció el célebre "Nunca Más".
Estos hechos no podrán ser borrados pese a las Leyes de Punto Final, dictado en diciembre de 1986, y Obediencia debida aprobada como consecuencia del levantamiento "carapintada" en Semana Santa de 1987, ambas derogadas durante la gestión de Néstor Kirchner..
De todas maneras, el líder radical mantuvo hasta el fin de sus días el argumento de que esa decisión, aunque dolorosa, fue la que permitió salvar la democracia.
Fueron justamente los levantamientos militares, sumados a fallidos planes económicos, a las recurrentes huelgas generales y, finalmente, una galopante hiperinflación, los que horadaron el poder de Alfonsín y lo forzaron a abandonar su cargo cinco meses antes del fin de su mandato.
También, en enero de 1989, Alfonsín se enfrentó a la toma del cuartel de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria que comandaba Enrique Gorriarán Merlo.
Alfonsín siguió cosechando respeto y reconocimiento como líder democrático, lo que lo colocó en un lugar de privilegio en la vida política argentina.
De hecho, el 2 de julio pasado, el ex presidente fue declarado "Ciudadano Ilustre" por la Legislatura bonaerense, que subrayó "su aporte permanente a favor de la democracia, su defensa irrenunciable a la lucha por los derechos humanos y su compromiso inclaudicable en pos de un país mejor".
Quizás nadie mejor que él pudo resumir cómo lo recordaría la historia: "Eso déjelo que lo conteste la historia, pero nunca habrá nada de qué acusarme. Estoy con la conciencia tranquila", le respondía Alfonsín a un periodista cinco años atrás.
Desde la recuperación de la democracia, los caminos que fue transitando el radicalismo estuvieron en buena medida guiados por sus pasos.
De hecho, en 1993 selló el llamado "pacto de Olivos" con el entonces mandatario Carlos Menem, lo que abrió las puertas a la Reforma Constitucional de 1994, que a la vez habilitó la reelección presidencial. "Lo hice para salvar la democracia", repitió una y otra vez el líder radical.
Luego, fue uno de los impulsores de la denominada Alianza (el entendimiento entre la UCR y el Frepaso) que en 1999 pondría fin a la gestión menemista y llevaría a la Casa Rosada a Fernando de la Rúa, a quien acompañó desde la presidencia del partido.
Tras el fracaso y la caída de este gobierno, Alfonsín, aun sin ser el presidente del radicalismo, procuró pilotear la crisis partidaria.
Desde ese rol, supo mantener un estrecho diálogo con el presidente de la transición, Eduardo Duhalde, y luego con el presidente Néstor Kirchner.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo visitó en su casa en los últimos días de vida, y allí conversó con el ex presidente sobre diversos aspectos de la política.
"Siempre es grato conversar con Alfonsín", dijo en forma al retirarse de su domicilio.
Esta vez, la salud a Alfonsín le jugó una mala pasada. Sin embargo, su fortaleza física ya había quedado demostrada hacía nueve años, cuando milagrosamente logró sobrevivir de un grave accidente automovilístico que lo mantuvo internado y con su vida en jaque durante casi cuarenta días.
De hecho, esta visión de que la UCR era un elemento esencial para el sostenimiento de la democracia, lo llevó a exclamar en diciembre de 2001, en plena debacle del gobierno de la Alianza, "que no se rompa el partido", según relatan dirigentes radicales.
Con esta premisa, ocupó su primer cargo público a los 27 años, al ser elegido concejal en su pueblo natal, Chascomús.
Fue diputado provincial y diputado nacional, ocupó distintos cargos de la dirigencia partidaria y llegó a la Presidencia de la Nación de la mano de la recuperación democrática, en 1983.
Previamente, había sido parte activa de la Multipartidaria que luchó por el fin de la sangrienta última dictadura, tras largos años de ejercicio del terrorismo de Estado.
A la presidencia de la Nación llegó luego de una dura interna que le ganó al delarruismo en 1982 apoyándose en la línea radical "Renovación y Cambio" que se opuso frontalmente al balbinismo.
Alfonsín ya se había enfrentado a Ricardo Balbín en 1972 en una interna que perdió.
La campaña electoral que finalmente le dio el triunfo derrotando al justicialista Italo Luder, la basó en tres puntales que en ese momento consideraba estratégicos: la denuncia de un presunto pacto "militar-sindical"; la mención al Preámbulo de la Constitución Nacional que recitaba al finalizar cada discurso de campaña y el ya legendario "con la democracia se come, se educa y se cura".
Alfonsín le ganó a Luder con el 51,75 por ciento de los votos contra el 40,16.
Sin duda, el juicio a la Junta de Comandantes, que recibieron cadena perpetua, marcó su compromiso con la defensa de los derechos humanos que ya había demostrado al convertirse en uno de los fundadores de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos y ya como presidente el impulso que le dio a la creación de la Conadep.
El juicio comenzó en abril de 1985 y finalizó en diciembre de ese año, cuando antes del veredicto el fiscal Julio Strassera pronunció el célebre "Nunca Más".
Estos hechos no podrán ser borrados pese a las Leyes de Punto Final, dictado en diciembre de 1986, y Obediencia debida aprobada como consecuencia del levantamiento "carapintada" en Semana Santa de 1987, ambas derogadas durante la gestión de Néstor Kirchner..
De todas maneras, el líder radical mantuvo hasta el fin de sus días el argumento de que esa decisión, aunque dolorosa, fue la que permitió salvar la democracia.
Fueron justamente los levantamientos militares, sumados a fallidos planes económicos, a las recurrentes huelgas generales y, finalmente, una galopante hiperinflación, los que horadaron el poder de Alfonsín y lo forzaron a abandonar su cargo cinco meses antes del fin de su mandato.
También, en enero de 1989, Alfonsín se enfrentó a la toma del cuartel de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria que comandaba Enrique Gorriarán Merlo.
Alfonsín siguió cosechando respeto y reconocimiento como líder democrático, lo que lo colocó en un lugar de privilegio en la vida política argentina.
De hecho, el 2 de julio pasado, el ex presidente fue declarado "Ciudadano Ilustre" por la Legislatura bonaerense, que subrayó "su aporte permanente a favor de la democracia, su defensa irrenunciable a la lucha por los derechos humanos y su compromiso inclaudicable en pos de un país mejor".
Quizás nadie mejor que él pudo resumir cómo lo recordaría la historia: "Eso déjelo que lo conteste la historia, pero nunca habrá nada de qué acusarme. Estoy con la conciencia tranquila", le respondía Alfonsín a un periodista cinco años atrás.
Desde la recuperación de la democracia, los caminos que fue transitando el radicalismo estuvieron en buena medida guiados por sus pasos.
De hecho, en 1993 selló el llamado "pacto de Olivos" con el entonces mandatario Carlos Menem, lo que abrió las puertas a la Reforma Constitucional de 1994, que a la vez habilitó la reelección presidencial. "Lo hice para salvar la democracia", repitió una y otra vez el líder radical.
Luego, fue uno de los impulsores de la denominada Alianza (el entendimiento entre la UCR y el Frepaso) que en 1999 pondría fin a la gestión menemista y llevaría a la Casa Rosada a Fernando de la Rúa, a quien acompañó desde la presidencia del partido.
Tras el fracaso y la caída de este gobierno, Alfonsín, aun sin ser el presidente del radicalismo, procuró pilotear la crisis partidaria.
Desde ese rol, supo mantener un estrecho diálogo con el presidente de la transición, Eduardo Duhalde, y luego con el presidente Néstor Kirchner.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo visitó en su casa en los últimos días de vida, y allí conversó con el ex presidente sobre diversos aspectos de la política.
"Siempre es grato conversar con Alfonsín", dijo en forma al retirarse de su domicilio.
Esta vez, la salud a Alfonsín le jugó una mala pasada. Sin embargo, su fortaleza física ya había quedado demostrada hacía nueve años, cuando milagrosamente logró sobrevivir de un grave accidente automovilístico que lo mantuvo internado y con su vida en jaque durante casi cuarenta días.