Cuando Garry Clement le estrechó la mano por encima de un asiento de clase turista, Mario Oscar Núñez soltó lo primero que le vino a la mente: “Yo estaba en la primera fila ese día…” El diálogo de dos ex combatientes: un argentino y un inglés.
PUERTO ARGENTINO.– Cuando Garry Clement le estrechó la mano por encima de un asiento de clase turista, Mario Oscar Núñez soltó lo primero que le vino a la mente: “Yo estaba en la primera fila ese día…” Clement apretó más fuerte, con las dos manos. “Lo sé, lo sé; veinticinco años es mucho tiempo”. No necesitaban aclaraciones. Ni hablar el mismo idioma. Los dos vivieron las horas más dramáticas de sus vidas aquel 28 de mayo de 1982 en la terrible batalla de Goose Green, y ayer la casualidad los juntó en el mismo vuelo de regreso a las islas Malvinas. “Somos lo mismo.” Lo dijo uno primero. Tal vez fue Clement. Lo repitió enseguida el otro, digamos que fue Núñez. El avión ya cruzaba casi en picada la famosa neblina que suele cubrir las islas cuando, a instancias de un grupo de periodistas inquietos por llegar, los dos veteranos se descubrieron. No lloraron. Pero hacían fuerza con las muelas, no fuera cosa que... Alrededor, cuatro o cinco testigos intentaban imitarlos, con suerte dispar. "Es mi primera vez", le contó Núñez, correntino, enviado como conscripto a las Malvinas cuando la guerra ya era inevitable. Volvía, alentado por un grupo de reporteros de su ciudad, a conmemorar en las islas el 25° aniversario de la guerra. "Seguro te vas a quebrar, pero tenés que ir a Darwin, al cementerio de los soldados argentinos." Alguien traducía. El consejo de Clement lo entusiasmó. -Quiero ver mi trinchera. Es mi ilusión. -Seguro; tenés que ir. Vas a encontrar tus cosas. Hasta restos de comida vas a ver. Clement sabe lo que dice. Fue un comando de artillería durante la guerra y quedó tan prendado de las Malvinas que en 1991 se tomó un avión desde Inglaterra para quedarse a vivir. "Les llevo flores a los caídos de los dos bandos; voy seguido a Goose Green, a Darwin, a San Carlos Ahí está mi vida." Caminos Ayer volvía de Londres. Había viajado a reencontrarse con veteranos británicos. Tiene pinta de duro. Si fuera actor, sólo le darían papeles de marine o de pilar derecho, si alguien se lo ocurriera hacer una película sobre rugby. Núñez es ahora abogado, padre de dos hijos, y lleva sus recuerdos de la guerra "escondidos en la cabeza", como contó mientras miraba una y otra vez por la ventanilla del avión. Quería divisar la silueta de las islas. Llevaba tres días sin dormir. Los recuerdos lo devolvían a Goose Green, el lugar de uno de los combates más cruentos, que decidió el destino de la guerra. En 14 horas de lucha, murieron más de 50 argentinos y 17 británicos. "Es increíble que hayamos peleado justo en la misma batalla", reflexionó Núñez. El duro de Clement parecía a punto de aflojarse. "Señores, pasajeros estamos por aterrizar en Malvinas/Falkland; por favor regresen a sus asientos." La voz monótona -y muy diplomática- de la azafata de LAN interrumpió la charla. Había que abrocharse los cinturones. En los asientos del fondo otros cuatro excombatientes se sentaban agarrados al asiento. Guillermo Vélez (de La Plata), Ramón Robles, Daniel Marini y Eduardo Conde (los tres de La Matanza) decidieron volver, también por primera vez, con un objetivo militante: ir el 2 de abril al cementerio de Darwin, cantar el Himno Nacional Argentino y poner una flor por cada uno de los 649 soldados caídos. "Queremos recordar 25 años de esta gesta. Son nuestros héroes y vinimos a homenajearlos", había declarado Vélez en una improvisada conferencia de prensa en Punta Arenas, la escala que siguió a Puerto Montt y Santiago, la última antes de las Malvinas. Robles añadió: "Aparte queremos hacer un minuto de silencio por los 450 muertos que carga sobre las espaldas la democracia, por falta de atención a los excombatientes". Lleva una camiseta de los Pumas y encima una campera que pone en la espalda: "Combatimos con honor y volveremos", alrededor de un mapa de las islas. Marini y Conde son más callados. Se conocieron en la guerra y siguieron amigos desde entonces. "Volver a las trincheras y encontrar nuestras cosas Tienen que estar". Marini empezó a quebrarse, cuando recordó a los seis amigos que perdió en Moody Brook, en los días del avance final del ejército británico. Carga en la mochila una placa con el nombre de cada uno. Reacción Un grupo de isleños que regresaban de sus vacaciones los miraba en silencio. Uno de ellos era el gobernador de las islas, Alan Huckle, que se ubicaría luego en un asiento de la fila 1. Ni él ni los isleños que iban en el vuelo se privaron de un momento amargo después del despegue del vuelo semanal de LAN. Las azafatas repartieron formularios de migraciones y de aduana argentinos, con la indicación de que había que llenarlos. Oh, my God! Una de las mujeres isleñas se acordó de Dios cuando se dio cuenta. Otra rompió el papel en pedazos después de haberlo llenado sin pensar. Las azafatas no entendían demasiado de política: sólo cumplen una orden de la empresa, que desde hace poco acepta una "sugerencia" de las autoridades argentinas. El papel que vale, el del gobierno isleño, habría que conseguirlo en tierra. A las 15.26, el vuelo con cinco excombatientes argentinos, uno británico, 17 periodistas, un gobernador, un puñado de turistas alemanes y casi 30 isleños aterrizó en la base militar de Mount Pleasant. Llovía y un viento cortante hacía mentirosos los 10 grados que anunció el capitán. Ya dentro de la base, Clement y Núñez alcanzaron a despedirse, con una promesa del británico: "Te voy a llevar a Goose Green. Vamos a encontrar tu trinchera". Se dieron la mano otra vez. Y una última pregunta: "¿Cómo es tu nombre?". Fuente: Diario La Nación