Como cada 19 de Marzo, Saladas festeja el día de su Santo Patrono San José, desde muchos días antes, con el inicio de la novena en su honor, la ciudad revive orgullosa una de sus tradiciones más antiguas, a 100 kilómetros de esta capital.
"San José de las Lagunas Saladas"
La génesis de San José como Patrono de las Lagunas Saladas, se conjuga más con la leyenda que con la historia. Es la más antigua de las tradiciones saladeñas. Refiere que los viajeros en tránsito por el Camino Real (actualmente calle 25 de mayo), creían ver fugazmente a un hombre barbado y largos cabellos, sentado donde hoy está la Iglesia.
La construcción del Fuerte en 1707, entre ambos sectores, ocultó el lugar a los viajeros, transfiriendo el fenómeno a los soldados de la guardia, y a partir de 1712, a los pobladores del insipiente caserío. En 1723, el Capitán Martín Gutiérrez de Valladares, a cargo del Fuerte, mandó levantar una Capilla en el Lugar, y la tradición le atribuye una exploración por todo el territorio, acompañado de vecinos y soldados, sin hallar rastros de ese hombre, que profundizó el misterio.
La leyenda se enlaza con la historia el 19 de noviembre de 1732 con el arribo del primer Párroco, León de Pesoa y Figueroa, quien al comprobare la pobreza de la capilla, con solo una rústica mesa y un crucifijo, salió a recolectar imágenes entre los estancieros. Desde el momento del regreso a la capilla con las imágenes recibidas, se intercala nuevamente la leyenda. Entre las donaciones, se cuenta que vecinos y soldados encontraron a la imagen de San José, donada por Juan de Insaurralde muy parecida a la misteriosa figura de las apariciones, con idénticas facciones y vestimenta, que todos ellos, muy creyentes, interpretaron como un prodigio y le pidieron como Patrono del Pueblo. El Párroco, quedó en consultar previamente al Obispo, pero antes de contar con la respuesta, una circunstancia fortuita, prevaleció en apoyo del pedido del pueblo: su primer entierro en suelo saladeño resultó el de Joseph María Maidana, inhumado el 18 de diciembre de 1732, que en el Libro Nº 1 de Defunciones, sigue a la constancia de asunción del curato por el flamante Párroco.
A partir de entonces corresponde a la historia la exégesis de la exaltación de San José como Patrono del Pueblo. Se lo ubica entre el 19 de noviembre de 1732 (llegada del Párroco) y el 28 de febrero de 1734 (a 1 año, 3 meses y 9 días) fecha del arribo del veedor, enviado por el Cabildo Eclesiástico para comprobar la pobreza de la capilla, en cuyo informa consigna: “a veintiocho días del mes de febrero de 1734, Yo, el Maestro Don Pedro Gómez de Velazco, llegué a San Joseph de las Lagunas Saladas, por orden de su Señoría Ilustrísima y notifico el auto de supra a la persona del Dr. León de Pesoa y Figueroa”. La respuesta de la que fue portador este veedor, desapareció en el accidentado traslado del pueblo al Anguá, el 8 de diciembre de 1739.
A los casi 3 años de permanencia en Anguá, fue un tiempo de imploraciones y novenas a San José por la vuelta al lugar de su elección. El portentoso retorno del 1º de noviembre de 1752, fue interpretado como la confirmación de su preferencia por Saladas. Aunque no está probada la leyenda, la historia confirma que esa fue su voluntad.
Aquella imagen donada por Juan Insaurralde de 42 cm. de alto, tallada en madera con el bazo derecho amputado, sin el niño Jesús en brazos destruidos en el ajetreado regreso de Anguá, dentro de una maleta, a lomo de caballo, presidió el altar mayor de la vieja Iglesia hasta el 18 de marzo de 1919, por el traslado del culto a la actual Iglesia para presidir la primera misa celebrada en ella, el día 19, festividad de San José. Con motivo de la inauguración del templo, se unificaron la Semana Santa (13 al 20 de abril) y la novena de San José (21 al 26 de abril de 1919) entronizándose la imagen del Patrono, tamaño natural, en el altar mayor, y la preciada reliquia, pasó a ser atesorada en un nicho dorado de la sacristía.
En 1929, al surgir el proyecto de reunir imágenes antiguas de las Iglesias del interior para el Museo Histórico de Corrientes, de reciente creación, el entonces Párroco, Conrado Fernández, para evitar el despojo de la venerada imagen, entregó en custodia a Clara Pisarello de Insaurralde, restauradora y fabricante de imágenes religiosas, quien la revistió de yeso, reconstruyo el brazo mutilado y reemplazó al niño Jesús por otro de factura más reciente, en la conocida posición de los pesebres, con la mano derecha levantada a la altura de los labios de San José.
La imagen permaneció 82 años en poder de esos descendientes de Juan de Insaurralde. Finalmente, Margot Insaurralde Pisarello, poetiza y escritora, eximia cultora del guaraní, el 16 de noviembre del año 2000, la donó al Archivo General de la Provincia, cuyo director Leopoldo Baltasar Jántus, la hizo entronizar en un nicho empotrado en una pared de la sala “Hernán Félix Gómez”, bendecido el 18 de marzo de 2001 por el Arzobispo Domingo Salvador Castaña, con la presencia de la donante, el Vicario saladeño Eduardo Romero y otro descendiente de aquella familia fundadora, Rolando María Insaurralde, fundador del club Antorcha.
Fuente: "San José de Las Lagunas Saladas" de Ramón Julián Blanco, Moglia Ediciones.
La génesis de San José como Patrono de las Lagunas Saladas, se conjuga más con la leyenda que con la historia. Es la más antigua de las tradiciones saladeñas. Refiere que los viajeros en tránsito por el Camino Real (actualmente calle 25 de mayo), creían ver fugazmente a un hombre barbado y largos cabellos, sentado donde hoy está la Iglesia.
La construcción del Fuerte en 1707, entre ambos sectores, ocultó el lugar a los viajeros, transfiriendo el fenómeno a los soldados de la guardia, y a partir de 1712, a los pobladores del insipiente caserío. En 1723, el Capitán Martín Gutiérrez de Valladares, a cargo del Fuerte, mandó levantar una Capilla en el Lugar, y la tradición le atribuye una exploración por todo el territorio, acompañado de vecinos y soldados, sin hallar rastros de ese hombre, que profundizó el misterio.
La leyenda se enlaza con la historia el 19 de noviembre de 1732 con el arribo del primer Párroco, León de Pesoa y Figueroa, quien al comprobare la pobreza de la capilla, con solo una rústica mesa y un crucifijo, salió a recolectar imágenes entre los estancieros. Desde el momento del regreso a la capilla con las imágenes recibidas, se intercala nuevamente la leyenda. Entre las donaciones, se cuenta que vecinos y soldados encontraron a la imagen de San José, donada por Juan de Insaurralde muy parecida a la misteriosa figura de las apariciones, con idénticas facciones y vestimenta, que todos ellos, muy creyentes, interpretaron como un prodigio y le pidieron como Patrono del Pueblo. El Párroco, quedó en consultar previamente al Obispo, pero antes de contar con la respuesta, una circunstancia fortuita, prevaleció en apoyo del pedido del pueblo: su primer entierro en suelo saladeño resultó el de Joseph María Maidana, inhumado el 18 de diciembre de 1732, que en el Libro Nº 1 de Defunciones, sigue a la constancia de asunción del curato por el flamante Párroco.
A partir de entonces corresponde a la historia la exégesis de la exaltación de San José como Patrono del Pueblo. Se lo ubica entre el 19 de noviembre de 1732 (llegada del Párroco) y el 28 de febrero de 1734 (a 1 año, 3 meses y 9 días) fecha del arribo del veedor, enviado por el Cabildo Eclesiástico para comprobar la pobreza de la capilla, en cuyo informa consigna: “a veintiocho días del mes de febrero de 1734, Yo, el Maestro Don Pedro Gómez de Velazco, llegué a San Joseph de las Lagunas Saladas, por orden de su Señoría Ilustrísima y notifico el auto de supra a la persona del Dr. León de Pesoa y Figueroa”. La respuesta de la que fue portador este veedor, desapareció en el accidentado traslado del pueblo al Anguá, el 8 de diciembre de 1739.
A los casi 3 años de permanencia en Anguá, fue un tiempo de imploraciones y novenas a San José por la vuelta al lugar de su elección. El portentoso retorno del 1º de noviembre de 1752, fue interpretado como la confirmación de su preferencia por Saladas. Aunque no está probada la leyenda, la historia confirma que esa fue su voluntad.
Aquella imagen donada por Juan Insaurralde de 42 cm. de alto, tallada en madera con el bazo derecho amputado, sin el niño Jesús en brazos destruidos en el ajetreado regreso de Anguá, dentro de una maleta, a lomo de caballo, presidió el altar mayor de la vieja Iglesia hasta el 18 de marzo de 1919, por el traslado del culto a la actual Iglesia para presidir la primera misa celebrada en ella, el día 19, festividad de San José. Con motivo de la inauguración del templo, se unificaron la Semana Santa (13 al 20 de abril) y la novena de San José (21 al 26 de abril de 1919) entronizándose la imagen del Patrono, tamaño natural, en el altar mayor, y la preciada reliquia, pasó a ser atesorada en un nicho dorado de la sacristía.
En 1929, al surgir el proyecto de reunir imágenes antiguas de las Iglesias del interior para el Museo Histórico de Corrientes, de reciente creación, el entonces Párroco, Conrado Fernández, para evitar el despojo de la venerada imagen, entregó en custodia a Clara Pisarello de Insaurralde, restauradora y fabricante de imágenes religiosas, quien la revistió de yeso, reconstruyo el brazo mutilado y reemplazó al niño Jesús por otro de factura más reciente, en la conocida posición de los pesebres, con la mano derecha levantada a la altura de los labios de San José.
La imagen permaneció 82 años en poder de esos descendientes de Juan de Insaurralde. Finalmente, Margot Insaurralde Pisarello, poetiza y escritora, eximia cultora del guaraní, el 16 de noviembre del año 2000, la donó al Archivo General de la Provincia, cuyo director Leopoldo Baltasar Jántus, la hizo entronizar en un nicho empotrado en una pared de la sala “Hernán Félix Gómez”, bendecido el 18 de marzo de 2001 por el Arzobispo Domingo Salvador Castaña, con la presencia de la donante, el Vicario saladeño Eduardo Romero y otro descendiente de aquella familia fundadora, Rolando María Insaurralde, fundador del club Antorcha.
Fuente: "San José de Las Lagunas Saladas" de Ramón Julián Blanco, Moglia Ediciones.