Durante la homilía en la misa central por el 112 Aniversario de la Coronación Pontificia de la Virgen de Itatí, el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik renovó sus llamados a al pueblo argentino, en defensa de la vida humana. Aludió así a distintas leyes y proyectos que la Iglesia considera lesivos para la dignidad humana.
El arzobispo de la Arquidiócesis de Corrientes, Monseñor Andrés Stanovnik, en su homilía destacó que la “la sociedad que vivimos ha confundido fiesta con diversión. No nos extrañe que también reduzca el trabajo a mercancía, la felicidad al placer; la persona al individuo; el matrimonio a una relación casual y precaria, donde conectar y desconectarse gozan del mismo status; y el ejercicio de la política reducida a un camino errante que oscila entre estilos autoritarios y permisivos, despojada de la alta dignidad que debe distinguirla como servicio destinado al bien de todos y a favor de la vida”.
Textualmente monseñor Stanovnik, en su homilia expresó: " Al cumplirse 112 años de la solemne coronación de Nuestra Señora de Itatí, y siguiendo los pasos de nuestros padres y abuelos, venimos hasta aquí para honrar a la Santísima Virgen, cuya presencia veneramos en la incomparablemente bella imagen de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí. ¡No nos cansamos de mirarla! ¡No nos cansamos de agradecer el don de la fe en su Divino Hijo Jesús! Esa fe que recibimos en el bautismo, cuando por primera vez se abrieron las puertas de la Iglesia para nosotros. Aquí nos hallamos como en nuestra casa, sintiéndonos una verdadera familia de hijos y de hermanos junto a nuestra Madre del Cielo.
Venimos de los lugares más diversos y distantes, y sin embargo la sintonía de la fe en Jesús y en la Virgen nos unen más allá de las distancias y diferencias: hermanos paraguayos, brasileños y de otros países vecinos y aún de más lejos; hermanos y hermanas correntinos, y amigos que han venido del extremo sur del país; muchos de Buenos Aires y de tantas otras provincias; especialmente numerosos son los devotos que vienen del Chaco, Misiones, Formosa, Santa Fe; peregrinos a pie, en bicicleta, a caballo, en carreta, navegando por el río y en otros vehículos, atraídos por ese amor irresistible, tierno y maternal de la Virgencita de Itatí, que nos abraza a todos. ¡Qué hermosa es nuestra fe! ¡Qué pena sentimos cuando nos encontramos con personas que no la tienen porque no la recibieron o porque, al dejar de practicarla, la fueron perdiendo! ¡Qué enorme y urgente es la misión de transmitir a otros el don de la fe que nosotros gratuitamente hemos recibido!
Hermanos y hermanas: tengo la alegría de comunicarles que hoy, en la fiesta mayor de Nuestra Señora de Itatí y junto a su bella imagen, damos inicio al tiempo de preparación al Año de la fe, que se extenderá hasta el próximo 11 de octubre, día en que el Santo Padre Benedicto XVI inaugurará el año dedicado a la fe. Ese día, como Iglesia arquidiocesana de Corrientes, en filial adhesión al Papa y en comunión con toda la Iglesia, vamos a proceder a la piadosa y solemne traslación del madero de la Santísima Cruz de los Milagros desde la Iglesia Catedral al santuario de la Cruz, en la ciudad capital, restituyéndola así a su lugar original. De este modo, iniciamos la preparación al Año de la fe de la mano de nuestra Madre en Itatí para culminarla con ella al pie de la Cruz de su Hijo. En ese breve transcurso, que empieza hoy y se extiende hasta el 11 de octubre, queremos simbolizar el itinerario espiritual de todo ese año, expresado en un lema que representa perfectamente el camino y la meta del peregrino: “La Cruz y la Virgen, puerta de la fe”.
Para ayudarnos a preparar el Año de la fe, ustedes van a recibir una Carta pastoral, en la que se ofrecen algunos pensamientos sobre la fe y se proponen unas pautas para la reflexión y la acción. Queremos seguir descubriendo el maravilloso mundo de la fe que recibimos de los primeros evangelizadores que llegaron a estas tierras, y que luego nos transmitieron nuestros abuelos y abuelas, padres, catequistas y sacerdotes. Ellos nos enseñaron a rezar y a amar a la Virgen de Itatí y a la Cruz de los Milagros. Por eso hoy, con la señal de la cruz sobre la frente y una mirada llena de amor hacia María, podemos expresar los sentimientos más hondos que suscita en nosotros la fe y sentir que eso nos hace más buenos y más fuertes para resistir al maligno. La Cruz y la Virgen son para nosotros una verdadera ‘puerta de la fe’ que se abre para dar comienzo al Año de la fe aquí, convocados por Jesús en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, para continuar preparándonos luego en nuestras familias, en las parroquias, instituciones educativas, asociaciones y movimientos.
El texto del Evangelio que escuchamos nos relata el episodio de la visita de María a su prima Isabel. Cuando María, que había quedado embarazada, se enteró que su prima, con un embarazo ya avanzado, necesitaba de ella, el evangelista anota que María “fue sin demora”. Esa observación refleja la disposición interior que tenía la Virgen para el servicio. La misma disposición que había manifestado poco antes en presencia del Ángel: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí lo que has dicho”. Por eso María no dudó un solo instante: partió en ayuda de su prima. A la Virgen le resultaba natural ponerse al servicio, ella se hallaba sirviendo. ¿De dónde le vendría esa inclinación espontánea a pensar en los otros y ponerse al servicio de ellos? De su apertura a Dios y de la educación que recibió en su familia. Hoy nos viene muy bien recordar que familia viene de famulus, que quiere decir servidor. En la familia todos los miembros son servidores, cada uno desde su propio lugar de servicio, y no queda espacio para ningún amo al que todos sirvan. María estaba familiarizada con esa actitud y como tenía el hábito del servicio, cuando su prima se encontró en dificultades, “fue sin demora”.
Esa pronta disposición de María en ir a ayudar a su pariente, lleva también al encuentro entre ellas, como escuchamos en el relato del Evangelio. Esto nos enseña que la tarea que se emprende con verdadero espíritu de servicio y se orienta al bien de la familia y de la sociedad, concluye en fiesta. La fiesta, que culmina el trabajo cuando se lo vive en función del servicio, produce alegría y convoca al encuentro. La sociedad que vivimos ha confundido fiesta con diversión. No nos extrañe que también reduzca el trabajo a mercancía, la felicidad al placer; la persona al individuo; el matrimonio a una relación casual y precaria, donde conectar y desconectarse gozan del mismo status; y el ejercicio de la política reducida a un camino errante que oscila entre estilos autoritarios y permisivos, despojada de la alta dignidad que debe distinguirla como servicio destinado al bien de todos y a favor de la vida.
Nosotros queremos identificarnos con esa actitud pronta para el servicio de la Santísima Virgen y actuar como ella sin demoras cuando se trata de cuidar la vida, sobre todo en aquellas situaciones de mayor necesidad, provocadas la mayor parte de las veces por omisiones y negligencias de los hombres, donde se pierden muchas vidas jóvenes, como sucede en los accidentes de tránsito y de trabajo, sencillamente porque no se cumplen las normas de seguridad. Siempre está al alcance de uno poder hacer algo por el hermano, pero es mejor aun si nos integramos a un grupo y juntos socorremos sin tardar las penurias y pobrezas que padece nuestra gente.
Como María, también nosotros debemos ponernos de pie y acudir sin demoras allí donde la vida humana reclama ser cuidada y amada como el mayor bien que poseemos. A propósito, hemos recibido con mucha alegría la reciente noticia de que Itatí se declaró “Pueblo pro vida”. Itatí es un pueblo de referencia no sólo para la provincia de Corrientes, sino más allá de los límites de la región del NEA. Con esta declaración, gobernantes y ciudadanos, asumen una gran responsabilidad ante Dios y frente a otros, constituyéndose en una referencia ejemplar en la defensa y promoción de la vida humana. A partir de esta declaración, el pueblo itateño deberá cuidar la vida humana de todas las amenazas que la acechan, desde adentro y desde afuera: en las costas del río, por donde entra la muerte de la droga; en el trato amable, respetuoso y justo que deben practicar con todos los que visitan este pueblo por amor la María de Itatí, y ofrecer a los peregrinos una casa digna y prolija, para que el devoto de la Virgen se halle, hable bien de ustedes y tenga deseos de volver. Con ustedes, noble pueblo itateño, y con todo respeto por los que no opinan como nosotros, pero con serenidad y valentía, proclamamos que la persona humana es un don de Dios y no un objeto que se puede manipular en un laboratorio; que el niño posee el derecho inalienable a tener un padre y una madre, a conocer sus padres biológicos y a ser concebido por amor entre un hombre y una mujer, y no ser reducido a un producto de la técnica, ni a un mero objeto de satisfacción de los adultos; que el respeto por la diferenciación de sexos y su valoración, es el mejor regalo que nos hace la naturaleza humana y, para los que creemos en Dios, un obsequio que él calificó de “muy bueno” cuando creó al hombre a su «imagen».
En María contemplamos un hermoso anticipo del sueño que Dios tiene para la humanidad y para toda la creación. Ella es para nosotros ‘puerta de la fe’ que se abre para mostrarnos a Jesús, fruto bendito de su vientre. Por él entramos a una vida de comunión con Dios y con los hermanos. Nos entusiasma ver a María sirviendo a su prima y eso nos anima a ser mejores cristianos y ciudadanos más responsables de nuestras obligaciones y también más conscientes de nuestros derechos, aun de aquellos que se refieren a la libertad de expresar nuestro modo cristiano de ver y de vivir la aventura humana, que se originó en Dios y llegará a su plenitud en Él. Queremos colaborar en la construcción de una patria en la que nos respetemos más, no le tengamos miedo al diálogo sincero y abierto, nos escuchemos unos a otros y nos animemos a debatir sin prejuicios y en profundidad los grandes temas que tocan la vida presente y futura de nuestro pueblo.
Hermanos y hermanas: el dulce nombre de María de Itatí, que hemos pronunciado tantas veces en esta jornada dedicada a ella, nos hace sentir a Dios muy cerca, su presencia nos colma de paz y nos da fuerza para continuar en el camino del bien y del servicio al prójimo. En sus manos maternales colocamos este tiempo de preparación al Año de la fe, para que ella nos alcance la gracia de vivirlo con intensidad y nos enseñe a hacerlo sin demoras. Nos encomendamos a ella, sabiendo que su tierno corazón de Madre jamás desecha las súplicas de sus hijos, que humildemente juntan sus manos y se confían plenamente a ella. Amén".
Textualmente monseñor Stanovnik, en su homilia expresó: " Al cumplirse 112 años de la solemne coronación de Nuestra Señora de Itatí, y siguiendo los pasos de nuestros padres y abuelos, venimos hasta aquí para honrar a la Santísima Virgen, cuya presencia veneramos en la incomparablemente bella imagen de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí. ¡No nos cansamos de mirarla! ¡No nos cansamos de agradecer el don de la fe en su Divino Hijo Jesús! Esa fe que recibimos en el bautismo, cuando por primera vez se abrieron las puertas de la Iglesia para nosotros. Aquí nos hallamos como en nuestra casa, sintiéndonos una verdadera familia de hijos y de hermanos junto a nuestra Madre del Cielo.
Venimos de los lugares más diversos y distantes, y sin embargo la sintonía de la fe en Jesús y en la Virgen nos unen más allá de las distancias y diferencias: hermanos paraguayos, brasileños y de otros países vecinos y aún de más lejos; hermanos y hermanas correntinos, y amigos que han venido del extremo sur del país; muchos de Buenos Aires y de tantas otras provincias; especialmente numerosos son los devotos que vienen del Chaco, Misiones, Formosa, Santa Fe; peregrinos a pie, en bicicleta, a caballo, en carreta, navegando por el río y en otros vehículos, atraídos por ese amor irresistible, tierno y maternal de la Virgencita de Itatí, que nos abraza a todos. ¡Qué hermosa es nuestra fe! ¡Qué pena sentimos cuando nos encontramos con personas que no la tienen porque no la recibieron o porque, al dejar de practicarla, la fueron perdiendo! ¡Qué enorme y urgente es la misión de transmitir a otros el don de la fe que nosotros gratuitamente hemos recibido!
Hermanos y hermanas: tengo la alegría de comunicarles que hoy, en la fiesta mayor de Nuestra Señora de Itatí y junto a su bella imagen, damos inicio al tiempo de preparación al Año de la fe, que se extenderá hasta el próximo 11 de octubre, día en que el Santo Padre Benedicto XVI inaugurará el año dedicado a la fe. Ese día, como Iglesia arquidiocesana de Corrientes, en filial adhesión al Papa y en comunión con toda la Iglesia, vamos a proceder a la piadosa y solemne traslación del madero de la Santísima Cruz de los Milagros desde la Iglesia Catedral al santuario de la Cruz, en la ciudad capital, restituyéndola así a su lugar original. De este modo, iniciamos la preparación al Año de la fe de la mano de nuestra Madre en Itatí para culminarla con ella al pie de la Cruz de su Hijo. En ese breve transcurso, que empieza hoy y se extiende hasta el 11 de octubre, queremos simbolizar el itinerario espiritual de todo ese año, expresado en un lema que representa perfectamente el camino y la meta del peregrino: “La Cruz y la Virgen, puerta de la fe”.
Para ayudarnos a preparar el Año de la fe, ustedes van a recibir una Carta pastoral, en la que se ofrecen algunos pensamientos sobre la fe y se proponen unas pautas para la reflexión y la acción. Queremos seguir descubriendo el maravilloso mundo de la fe que recibimos de los primeros evangelizadores que llegaron a estas tierras, y que luego nos transmitieron nuestros abuelos y abuelas, padres, catequistas y sacerdotes. Ellos nos enseñaron a rezar y a amar a la Virgen de Itatí y a la Cruz de los Milagros. Por eso hoy, con la señal de la cruz sobre la frente y una mirada llena de amor hacia María, podemos expresar los sentimientos más hondos que suscita en nosotros la fe y sentir que eso nos hace más buenos y más fuertes para resistir al maligno. La Cruz y la Virgen son para nosotros una verdadera ‘puerta de la fe’ que se abre para dar comienzo al Año de la fe aquí, convocados por Jesús en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, para continuar preparándonos luego en nuestras familias, en las parroquias, instituciones educativas, asociaciones y movimientos.
El texto del Evangelio que escuchamos nos relata el episodio de la visita de María a su prima Isabel. Cuando María, que había quedado embarazada, se enteró que su prima, con un embarazo ya avanzado, necesitaba de ella, el evangelista anota que María “fue sin demora”. Esa observación refleja la disposición interior que tenía la Virgen para el servicio. La misma disposición que había manifestado poco antes en presencia del Ángel: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí lo que has dicho”. Por eso María no dudó un solo instante: partió en ayuda de su prima. A la Virgen le resultaba natural ponerse al servicio, ella se hallaba sirviendo. ¿De dónde le vendría esa inclinación espontánea a pensar en los otros y ponerse al servicio de ellos? De su apertura a Dios y de la educación que recibió en su familia. Hoy nos viene muy bien recordar que familia viene de famulus, que quiere decir servidor. En la familia todos los miembros son servidores, cada uno desde su propio lugar de servicio, y no queda espacio para ningún amo al que todos sirvan. María estaba familiarizada con esa actitud y como tenía el hábito del servicio, cuando su prima se encontró en dificultades, “fue sin demora”.
Esa pronta disposición de María en ir a ayudar a su pariente, lleva también al encuentro entre ellas, como escuchamos en el relato del Evangelio. Esto nos enseña que la tarea que se emprende con verdadero espíritu de servicio y se orienta al bien de la familia y de la sociedad, concluye en fiesta. La fiesta, que culmina el trabajo cuando se lo vive en función del servicio, produce alegría y convoca al encuentro. La sociedad que vivimos ha confundido fiesta con diversión. No nos extrañe que también reduzca el trabajo a mercancía, la felicidad al placer; la persona al individuo; el matrimonio a una relación casual y precaria, donde conectar y desconectarse gozan del mismo status; y el ejercicio de la política reducida a un camino errante que oscila entre estilos autoritarios y permisivos, despojada de la alta dignidad que debe distinguirla como servicio destinado al bien de todos y a favor de la vida.
Nosotros queremos identificarnos con esa actitud pronta para el servicio de la Santísima Virgen y actuar como ella sin demoras cuando se trata de cuidar la vida, sobre todo en aquellas situaciones de mayor necesidad, provocadas la mayor parte de las veces por omisiones y negligencias de los hombres, donde se pierden muchas vidas jóvenes, como sucede en los accidentes de tránsito y de trabajo, sencillamente porque no se cumplen las normas de seguridad. Siempre está al alcance de uno poder hacer algo por el hermano, pero es mejor aun si nos integramos a un grupo y juntos socorremos sin tardar las penurias y pobrezas que padece nuestra gente.
Como María, también nosotros debemos ponernos de pie y acudir sin demoras allí donde la vida humana reclama ser cuidada y amada como el mayor bien que poseemos. A propósito, hemos recibido con mucha alegría la reciente noticia de que Itatí se declaró “Pueblo pro vida”. Itatí es un pueblo de referencia no sólo para la provincia de Corrientes, sino más allá de los límites de la región del NEA. Con esta declaración, gobernantes y ciudadanos, asumen una gran responsabilidad ante Dios y frente a otros, constituyéndose en una referencia ejemplar en la defensa y promoción de la vida humana. A partir de esta declaración, el pueblo itateño deberá cuidar la vida humana de todas las amenazas que la acechan, desde adentro y desde afuera: en las costas del río, por donde entra la muerte de la droga; en el trato amable, respetuoso y justo que deben practicar con todos los que visitan este pueblo por amor la María de Itatí, y ofrecer a los peregrinos una casa digna y prolija, para que el devoto de la Virgen se halle, hable bien de ustedes y tenga deseos de volver. Con ustedes, noble pueblo itateño, y con todo respeto por los que no opinan como nosotros, pero con serenidad y valentía, proclamamos que la persona humana es un don de Dios y no un objeto que se puede manipular en un laboratorio; que el niño posee el derecho inalienable a tener un padre y una madre, a conocer sus padres biológicos y a ser concebido por amor entre un hombre y una mujer, y no ser reducido a un producto de la técnica, ni a un mero objeto de satisfacción de los adultos; que el respeto por la diferenciación de sexos y su valoración, es el mejor regalo que nos hace la naturaleza humana y, para los que creemos en Dios, un obsequio que él calificó de “muy bueno” cuando creó al hombre a su «imagen».
En María contemplamos un hermoso anticipo del sueño que Dios tiene para la humanidad y para toda la creación. Ella es para nosotros ‘puerta de la fe’ que se abre para mostrarnos a Jesús, fruto bendito de su vientre. Por él entramos a una vida de comunión con Dios y con los hermanos. Nos entusiasma ver a María sirviendo a su prima y eso nos anima a ser mejores cristianos y ciudadanos más responsables de nuestras obligaciones y también más conscientes de nuestros derechos, aun de aquellos que se refieren a la libertad de expresar nuestro modo cristiano de ver y de vivir la aventura humana, que se originó en Dios y llegará a su plenitud en Él. Queremos colaborar en la construcción de una patria en la que nos respetemos más, no le tengamos miedo al diálogo sincero y abierto, nos escuchemos unos a otros y nos animemos a debatir sin prejuicios y en profundidad los grandes temas que tocan la vida presente y futura de nuestro pueblo.
Hermanos y hermanas: el dulce nombre de María de Itatí, que hemos pronunciado tantas veces en esta jornada dedicada a ella, nos hace sentir a Dios muy cerca, su presencia nos colma de paz y nos da fuerza para continuar en el camino del bien y del servicio al prójimo. En sus manos maternales colocamos este tiempo de preparación al Año de la fe, para que ella nos alcance la gracia de vivirlo con intensidad y nos enseñe a hacerlo sin demoras. Nos encomendamos a ella, sabiendo que su tierno corazón de Madre jamás desecha las súplicas de sus hijos, que humildemente juntan sus manos y se confían plenamente a ella. Amén".