José Miguel Bonet, hijo de este suelo, envío una misiva a SaladasInforma aclarando sobre la primera capilla en Santo Domingo.
Con respecto a esta noticias,debo hacer una aclaracion no es la primera,ese paraje de denomia asi por ser tierra administrada por los Dominicos,es esa zona existia una capilla de los Cabral-Casafus,donde se cree fue bautizado Juan Bautista Cabral y que fue destruida por Andresito a su paso pos Saladas.
Luego de la acción de Lomas de Caá-Catí y del posterior repliegue de las tropas artiguistas al mando de Andresito, éste se entera que el coronel Casado se había quedado sin municiones, con lo cual el aliado de Artigas avanzó raudamente hasta el cuartel general de Saladas (o Las Saladas) logrando, para el 2 de agosto de 1818, el destrozo casi total de las fuerzas de Casado y de Vedoya.
Las acciones de este combate en el que resultó vencedor Guacurarí habían empezado el 1° de agosto, cuando las tropas artiguistas provenientes de Misiones (las de Andresito) llegaron a las proximidades de Saladas, donde acamparon. A esta altura de las circunstancias, Guacurarí ya había ocupado sin resistencia alguna los pueblos de Caá-Catí y Burucuyá. Con una cuota grande de desesperación por el terreno que tenía bajo su poder Andresito, el gobernador Vedoya destaca al coronel José Francisco Casado contra Guacurarí y sus tropas guaraníes en Arerunguá. El aliado de José Artigas logra derrotarlo completamente, lo que motivó que Casado fugue hacia Saladas, incorporándose a Vedoya.
A la madrugada del día siguiente, Vedoya, percatado de la corta distancia que separaba a ambos bandos en pugna, se repliega hasta las márgenes del río Ambrosio en una clásica maniobra dilatoria hasta tanto recibiese refuerzos por parte del comandante Brest desde la ciudad de Goya. Sin embargo, esos refuerzos jamás llegaron, pero no porque haya habido algún tipo de defección sino porque los soldados de Vedoya estimaron que en Arerunguá, el coronel Casado había eliminado con facilidad a las fuerzas de Andrés Guacurarí. De allí la decisión del Gobernador Interino de entrar en combate inmediatamente, dado que pensaba encontrarse con algunos grupos desordenados que intentaban rapiñar.
Este gravísimo error por parte de los correntinos que se habían hecho con el poder provincial, fue el principal causante de la estrepitosa derrota que padecieron a manos de los guaraníes artiguistas. A las 3 de la tarde de aquel 2 de agosto, las fuerzas correntinas se animaron a organizar una última avanzada que hizo que el jefe de la vanguardia guaraní, José López (alias ?López Chico?), ordene una retirada provisoria. A su vez, el gran Andrés Guacurarí se encargó de atacar los flancos más débiles de las fuerzas usurpadoras, logrando desordenarlas en una primera instancia para luego abatirlas sin contemplación.
La estocada final provino de las imparables cargas a lanza de la caballería, que encabezaba Andresito, el más fiel aliado de Artigas dentro de las extensiones de la Liga Federal. El ala izquierda de las tropas de Andresito estaba dirigida por el mayor Pantaleón Sotelo.
Mientras que los hombres de Vedoya huían desordenadamente del campo de batalla, el capitán Córdoba, oficial de sus fuerzas, luchó valientemente sin rendirse ni intentar escapar siquiera, a pesar de las diversas intimaciones que se le hacía con la promesa de resguardar su vida y la de las tropas bajo su mando. Córdoba no se dejó tentar por los artiguistas, respondiendo con fuego de fusilería cada intimación proclive a la rendición. Finalmente, una carga de los guaraníes terminó con la vida del oficial y sus soldados.
El gobernador Vedoya y su jefe de Estado Mayor, coronel Casado, fugados del escenario bélico, se presentaron en la ciudad capital de Corrientes y, acto seguido, se embarcaron para Buenos Aires.
Tiempo más tarde, Andrés Guacurarí sería designado Gobernador de la provincia de Corrientes, administración que fue reconocida como de las más justas y correctas que la historia argentina haya visto jamás. Ejercerá dicho cargo hasta abril del año siguiente (1819), pero ello será motivo de otra nota, de otra crónica que logre desenterrar este episodio histórico del olvido penoso e injusto, acaso el destino infame que han recibido los patriotas de tierra adentro como el nombrado Guacurarí.
Luego de la acción de Lomas de Caá-Catí y del posterior repliegue de las tropas artiguistas al mando de Andresito, éste se entera que el coronel Casado se había quedado sin municiones, con lo cual el aliado de Artigas avanzó raudamente hasta el cuartel general de Saladas (o Las Saladas) logrando, para el 2 de agosto de 1818, el destrozo casi total de las fuerzas de Casado y de Vedoya.
Las acciones de este combate en el que resultó vencedor Guacurarí habían empezado el 1° de agosto, cuando las tropas artiguistas provenientes de Misiones (las de Andresito) llegaron a las proximidades de Saladas, donde acamparon. A esta altura de las circunstancias, Guacurarí ya había ocupado sin resistencia alguna los pueblos de Caá-Catí y Burucuyá. Con una cuota grande de desesperación por el terreno que tenía bajo su poder Andresito, el gobernador Vedoya destaca al coronel José Francisco Casado contra Guacurarí y sus tropas guaraníes en Arerunguá. El aliado de José Artigas logra derrotarlo completamente, lo que motivó que Casado fugue hacia Saladas, incorporándose a Vedoya.
A la madrugada del día siguiente, Vedoya, percatado de la corta distancia que separaba a ambos bandos en pugna, se repliega hasta las márgenes del río Ambrosio en una clásica maniobra dilatoria hasta tanto recibiese refuerzos por parte del comandante Brest desde la ciudad de Goya. Sin embargo, esos refuerzos jamás llegaron, pero no porque haya habido algún tipo de defección sino porque los soldados de Vedoya estimaron que en Arerunguá, el coronel Casado había eliminado con facilidad a las fuerzas de Andrés Guacurarí. De allí la decisión del Gobernador Interino de entrar en combate inmediatamente, dado que pensaba encontrarse con algunos grupos desordenados que intentaban rapiñar.
Este gravísimo error por parte de los correntinos que se habían hecho con el poder provincial, fue el principal causante de la estrepitosa derrota que padecieron a manos de los guaraníes artiguistas. A las 3 de la tarde de aquel 2 de agosto, las fuerzas correntinas se animaron a organizar una última avanzada que hizo que el jefe de la vanguardia guaraní, José López (alias ?López Chico?), ordene una retirada provisoria. A su vez, el gran Andrés Guacurarí se encargó de atacar los flancos más débiles de las fuerzas usurpadoras, logrando desordenarlas en una primera instancia para luego abatirlas sin contemplación.
La estocada final provino de las imparables cargas a lanza de la caballería, que encabezaba Andresito, el más fiel aliado de Artigas dentro de las extensiones de la Liga Federal. El ala izquierda de las tropas de Andresito estaba dirigida por el mayor Pantaleón Sotelo.
Mientras que los hombres de Vedoya huían desordenadamente del campo de batalla, el capitán Córdoba, oficial de sus fuerzas, luchó valientemente sin rendirse ni intentar escapar siquiera, a pesar de las diversas intimaciones que se le hacía con la promesa de resguardar su vida y la de las tropas bajo su mando. Córdoba no se dejó tentar por los artiguistas, respondiendo con fuego de fusilería cada intimación proclive a la rendición. Finalmente, una carga de los guaraníes terminó con la vida del oficial y sus soldados.
El gobernador Vedoya y su jefe de Estado Mayor, coronel Casado, fugados del escenario bélico, se presentaron en la ciudad capital de Corrientes y, acto seguido, se embarcaron para Buenos Aires.
Tiempo más tarde, Andrés Guacurarí sería designado Gobernador de la provincia de Corrientes, administración que fue reconocida como de las más justas y correctas que la historia argentina haya visto jamás. Ejercerá dicho cargo hasta abril del año siguiente (1819), pero ello será motivo de otra nota, de otra crónica que logre desenterrar este episodio histórico del olvido penoso e injusto, acaso el destino infame que han recibido los patriotas de tierra adentro como el nombrado Guacurarí.