Un desaire protocolar con sabor a venganza política

El pasado lunes 3 de febrero, en el acto conmemorativo del Combate de San Lorenzo y el Paso a la Inmortalidad del Sargento Cabral, se evidenció un nuevo capítulo de la interna que sacude a la gestión municipal de Saladas. El viceintendente Rolando Federico “Pity” Billordo, en una clara maniobra política, fue relegado a la cuarta fila del palco de autoridades, cuando protocolarmente su lugar le correspondía al lado del intendente Noel Gómez.

El mensaje fue contundente: quien no comulgue políticamente con la gestión de “Vamos Corrientes” sentirá el peso del poder. Desde octubre del año pasado, la relación entre Gómez y Billordo se quebró por completo cuando, en vísperas de la Fiesta Provincial de la Miel, el viceintendente –que además preside la Cooperativa Apícola “Los Azahares”– denunció el maltrato que sufrió por parte del Ejecutivo municipal. La tensión escaló aún más cuando, en un almuerzo político, el actual senador provincial y candidato a gobernador Ricardo Colombi anunció que Billordo sería candidato a la intendencia de Saladas por su espacio. Desde entonces, la frialdad entre el jefe comunal y su segundo al mando se convirtió en un enfrentamiento abierto.

Pero lo que ocurrió el lunes 3 de febrero no fue solo una muestra de esa ruptura política, sino una falta de respeto institucional. En cualquier acto oficial, el viceintendente, por jerarquía ejecutiva, debe ocupar un lugar destacado junto al intendente. Relegarlo a la cuarta fila, entre concejales, no fue un simple error protocolar, sino una decisión premeditada para desdibujar su figura pública.

Como si el desplante no fuera suficiente, el jefe comunal usó su discurso para hablar de los valores del heroico Sargento Cabral, de la importancia de dejar los egos de lado y de tenerlo presente como ejemplo de entrega y unidad. Sin embargo, sus palabras chocaron brutalmente con sus propios actos: mientras llamaba a la humildad y al sacrificio por el bien común, institucionalmente hacía todo lo contrario, aplicando el manual del desprecio y la mezquindad política con su propio viceintendente.

Sin embargo, la jugada de Gómez no pasó desapercibida. La comunidad saladeña tomó nota del destrato y lo interpretó como una actitud caprichosa y autoritaria del intendente, que ya acumula varios errores de gestión y estratégicos. Mientras tanto, Billordo optó por el silencio y, lejos de victimizarse, soportó el desplante con la templanza de un caballero. En política, estas cosas tienen revancha y, a juzgar por el descontento creciente con la actual administración, quizás no haya que esperar demasiado para verla llegar.